lunes, mayo 22, 2006

"Aprendiz de Otoño"


Confieso que mi vida ha andado un tanto ajetreada estos días y como directa repercusión de ello no he logrado hacerme el tiempo para un nuevo post en semanas. Pero hoy me lo apunté en mi agenda, no debía dejar pasar otra semana sin acercarme a ustedes. Lo escribí mientras caminaba apurada hacia la estación de tren.
Al guardar la agenda en mi bolso y levantar la vista, me encontré con un frondoso árbol cuajado de hojas amarillas. El sol se filtraba entre ellas y el frío repentino que en Buenos Aires nos visitó para quedarse poquitos días atrás me hizo sentir mi abrigo más acogedor. Mi atención pasó a centrarse en el sonido que se desprendía de mis pies al pisar la crujiente mata ocre que revestía la vereda. Instantaneamente copó mi memoria una bella poesía de Neruda que no me animo a citar textualmente, pero su sentido era parecido a "Quisiera ser aprendiz de Otoño para sembrar de oro el camino".
El ajetreo es parte integrante de la vida, pero qué bello es poder detenerse y percibir el mundo que nos rodea, dejando de lado, aunque sea brevemente, las preocupaciones cotidianas. Mi madre sembró esta estrella en mí cuando al caminar juntas señalaba o señala - Mirá que hermoso árbol, se ha puesto rosado. Mmm! Sentí el perfume de esos jazmines o rosas.- Así el camino cobra color, aromas y sonidos, haciendo que por un ratito lo que nos preocupaba se haga más pequeño ante la grandeza simple de la naturaleza. Aún ella nos rodea, qué bueno que hoy recordé disfrutarla. ¿Y ustedes?

miércoles, mayo 10, 2006

Compartir

Compartir es una de las capacidades que se busca estimular con más fuerza en los pequeños, quizás porque tanto cuesta... No es difícil recordar el esfuerzo que llevó salir del egocentrismo y dar a otro lo que se tiene, permitir que otro sea parte del espacio en que se está y parte de la vida de quienes amamos. Uy! Si que esa no es tarea fácil. Al correr los años la visión del compartir cambia, es más nos sentimos más seguros si atravesamos nuevas situaciones acompañados.

Yo aprendí a compartir de la mano de mi hermano. Llegó a mi vida, un día como hoy, dos años después que yo irrumpiera en la de mis padres. Por supuesto que no recuerdo mis días sin él. Me han contado que lloré a mares el día que "el bebé" llegó a casa, pero eso habrá pasado rápidamente porque mis recuerdos son sólo de disfrute de mutua compañía. Crecimos juntos aprendiendo a compartir lo que la vida nos daba: nuestros amorosos papás, a la adorada Lulita que llegó para formar el trío de hermanos, juegos, siestas de cuentos, idas a la escuela, primeros cruces de calle sin adultos, vacaciones maravillosas, series de TV, cruces de producciones literarias y las charlas más profundas. Compartiendo todo se hace más divertido, se llega a mejores conclusiones, el dolor se entiende un poco más y la "felicidad se multiplica".

Hoy en especial celebro que mi hermano cumple un año más, un año más que puedo compartir con el primer amigo que me regaló la vida.

miércoles, mayo 03, 2006

Comunicación


Días atrás vi la película "Historia de un Secuestro". La cruda muestra de la incomunicación dañaba cualquier teoría psicológica. La incomunicación intergeneracional asesta el primer golpe, pero en seguida la acompaña la incomunicación en la pareja, entre grupos de pares y la que se da en sociendad.
Adolescentes deambulan por oscuros túneles internos, mientras caminan por las arboladas calles de un bello suburbio norteamericano. Vivencias siniestras cruzan su camino sin comentarlo con ninguno de los seres que están a su alrededor. Yo, desde mi sillón, le gritaba al protagonista con angustia inutil : -Contá lo que te pasó!! ¿Cómo te podés quedar callado? - Shshshs! Con Estrellada no se puede ver películas tranquilo.
Pero el chico no hablaba, y los pares que van revelándose en la película tampoco hablan, aunque se los pidan y los persigan al respecto. Hasta que hablan, y cuando lo hacen las conversaciones desvían los motivos que instaron a hablar, o desvalorizan lo que dicen, prefiriendo entender que todo es una broma.
Se ven conversaciones de pareja al modo de soliloquios, en los cuales cada uno dicerta sobre lo que lo preocupa sin dar la más mínima atención a lo que el otro tiene en mente.
La comunicación entre pares se muestra plagada de la mezquindad más aterradora, la agresividad es el símbolo corriente del vació existencial más profundo.
El dolor es lo primero que llega a unir a esos seres marcados por la superficialidad y el egocentrismo. La amistad surge temblorosa, entre lágrimas de remembranza. Hay espacio en el alma ajetreada para la ayuda al que necesita. El amor también traerá la unión, pero el amor verdadero, no el que se proclama y se intenta retener a costa de costumbre y vanidad.